El nacimiento
Cuando se trata de buscar el origen de Racing Club, la piedra fundamental se encontrará en nombres que nada tienen que ver con el que dio la vuelta al mundo desparramando su gloria deportiva e institucional. Y, como entidad centenaria, los comienzos coinciden con las primeras tentativas locales de formar equipos organizados como clubes. Muchas de estas iniciativas contenían apellidos ingleses que impulsaban un deporte, el fútbol, que los sajones habían traído desde su tierra en tiempos en los que los ferrocarriles eran manejados justamente por los británicos, quienes aprovechaban el tiempo de dispersión para armar equipos de once futbolistas y así poder liberar la energía de correr detrás de una pelota en busca del gol. Eran los famosos “ingleses locos” La zona en la que se dieron los primeros pasos que desembocarían, luego, en el nacimiento de Racing Club, era la misma que hoy recorren los miles de hinchas que cada vez que hay partido en el Cilindro suman su fervor para alentar a la Academia. En esa época todavía no era Avellaneda, sino que el territorio lindante con el Riachuelo se conocía como Barracas al Sur. A la vez que el siglo diecinueve comenzaba a despedirse, lo que hoy se conoce como el Gran Buenos Aires daba sus primeros pasos entre calles de tierra y chimeneas que exhalaban el humo de una zona que de a poco se transformaría un motor industrial fundamental. Volviendo al fútbol, llegó un momento en el que los criollos se cansaron de ser meros espectadores de los ingleses. Querían aprender a dominar la pelota. Y se entusiasmaron. Por eso, un grupo de empleados del Ferrocarril Sud le solicitó a las autoridades la cesión de unos terrenos para jugar allí al fútbol en los descansos. La respuesta afirmativa abrió el camino para demarcar la cancha y comenzar con los primeros desafíos, preferentemente ante equipos con mejores valores (generalmente ingleses), con el fin de enriquecerse a partir de estos enfrentamientos. El talento argentino, y particularmente racinguista, estaba ahí, sólo había que despertarlo. Los nuevos cultores del fútbol no tardaron en perfeccionarse. Transcurría el año 1898 y entonces, los empleados que se juntaban para disputar esos cotejos amistosos decidieron agruparse formalmente en un club de fútbol, que se llamó Argentinos Excelsior Club, cuya existencia fue de tres años. Al principio, el equipo fue una sensación; con el paso del tiempo, el nivel bajó y, en 1901, su disolución le dio paso a la creación de otras tres entidades: Sud América Fútbol Club de Barracas al Sur, American Club y Argentinos Unidos. Poco tardaron los pobladores de la zona, asiduos concurrentes a los partidos, en darse cuenta de que había un equipo que se destacaba sobre el resto: Barracas al Sud. La habilidad de sus jugadores cautivó a los hinchas, que se volcaron decididamente en su favor.
Barracas al Sud se transformó en un club organizado a partir del 12 de mayo de 1901, luego de un par de reuniones en las casas de Ricardo y Emilio Barceló y de Félix Cirio, en las que se designó a Pedro S. Werner como presidente, a Alfredo Lamour como secretario y a Salvador Sorhondo como tesorero. Otros nombres que motorizaban la idea de hacer un club ambicioso eran Arturo y Zenón Artola, Germán Vidaillac, Leandro Boloque, Raimundo Lamour (hermano de Alfredo), Fracisco Balestrieri, José Guimil, Pedro Viazzi, Ignacio Oyarzábal, Salvador Sorhondo, Julio Planisi, Evaristo y Alfredo Paz, Enrique Pujade, Elías Calmels, Bernardo Etcheverry, Ricardo y Ernesto Martín, Juan Sepich y José Paz.
En estos tiempos, la cocina de la casa de los hermanos Lamour cumplió funciones de sede y allí, luego de las 21, quedaba el terreno libre de todo vestigio culinario para darle paso a las decisiones sobre el futuro de la institución. Si bien el poderío futbolístico suponía la llegada de tiempos de gloria, las desavenencias entre algunos integrantes del incipiente grupo (entre otras cuestiones un tanto banales, por los colores de la camiseta: unos pretendían que fuera a bastones negros y amarillos y otros roja) provocaron una pronta ruptura y la creación, el 16 de marzo de 1902, de Colorados Unidos, cuyo titular fue Arturo Artola, con Evaristo Paz como secretario y Alfredo Guzmán como tesorero. Este nuevo club se llevó aproximadamente unos cuarenta socios, prácticamente obligando a Barracas al Sud a una reconstrucción. Lo que aportó la escisión fue poco, pero contundente: por separado era imposible construir alguna entidad con fuerza. De hecho, Colorados Unidos resultó un equipo sin mayor trascendencia, a la vez que Barracas al Sud perdió las virtudes que lo llevaron a ser “el equipo de la gente”. Una curiosidad: hubo dos personas que se mantuvieron, durante el año que duró la separación, como socios de ambos clubes. Se trata de Germán Vidaillac e Ignacio Oyarzábal, quienes fueron, en definitiva, los que propiciaron el reencuentro entre los exponentes más representativos de Barracas y Colorados.
Werner y Artola tuvieron varias reuniones antes de que se produjera la más importante. Cuando caía la tarde del 25 de marzo de 1903, ambos bandos a pleno se convocaron a un encuentro definitivo. Juan Ohaco, padre de los dos jugadores que luego serían figuras de Racing durante los años del amateurismo, fue quien autorizó que la reunión se realizara en el Mercado de Hacienda, un emblema de la zona, bajo los cuatro ombúes del sector llamado La Tablada. Llegaron a la conclusión de que, como dos clubes chicos, no había futuro; en cambio, una institución grande sí tenía porvenir. Y, por unanimidad, se resolvió volver a ser una sola fuerza deportiva. La obra, sin embargo, no estaba completa. Todos coincidían en que no repetirían nombres del pasado.
Tenían que encontrar alguno que fuera distintivo. Las propuestas fueron muchas y variadas, pero la que impactó fue la de Germán Vidaillac, joven de ascendencia francesa, quien solía leer publicaciones de origen galo. Justamente, Vidaillac echó mano a una revista cuyo nombre era Racing Club. Y puso esa denominación a consideración del resto. La unanimidad volvió a decir presente y así llegó el momento histórico: el nacimiento de RACING CLUB. Inicialmente, Colorados Unidos aportó 34 socios y un capital de $ 19,65, mientras que lo de Barracas al Sud fue un tanto más modesto: 11 socios y $ 16,35. Se estableció también que la cuota mensual sería de 1,50 para los integrantes de la comisión directiva y de 0,50 para el resto. La numeración de los asociados se hizo por un sorteo que determinó el siguiente orden: 1) Alejandro Carbone, 2) Raimundo Lamour, 3) Ignacio Oyarzábal, 4) Pedro Viazzi, 5) José Guimil, 6) Leandro Boloque, 7) Julio Planisi, Pedro Werner, 9) Juan Sepich, 10) Alfredo Lamour, 11) Arturo Artola, 12) Germán Vidaillac, 13) Alfredo Paz, 14) Bernardo Etcheverry, 15) Evaristo Paz, 16) Francisco Balestrieri, 17) Enrique Pujade, 18) Elías Calmels, 19) José Paz, y 20) Salvador Sorhondo, por mencionar los primeros. Se trataba de jóvenes que no superaban los 20 años en su mayoría y con una característica inusual para la época: eran todos criollos. La efervescencia y, quizás, algo de improvisación, hicieron que los primeros pasos de Racing no quedaran registrados. El primer documento de una reunión dirigencial contiene el siguiente texto: “A los siete días del mes de febrero de mil novecientos cuatro y siendo las 3.30 pasado meridiano, se reúnen los miembros de la comisión directiva de fútbol del Racing Club y se inicia la consideración de la orden del día. En primer término se da lectura a los reglamentos que presenta el señor Alejandro Carbone y que ha redactado él mismo”. Aquella sesión se levantó a las 17.20, luego de ratificar la necesidad de que los socios se mantuvieran al día en el pago de las cuotas y de designar a Francisco Balestrieri como encargado de las cobranzas. Vale mencionar que, sobre todo en estos primeros tiempos, difíciles por cierto en cuanto a lo económico, el único ingreso con el que la entidad hacía frente a las necesidades era el que provenía del pago de las cuotas sociales.
Además, por ese entonces, Racing también buscaba un local propio para realizar las reuniones de la comisión directiva y resolver todas las cuestiones vinculadas al diario vivir del club. De eso se encargó Pedro Werner, el segundo presidente que tuvo la institución. No fue fácil la tarea, sobre todo por la mencionada cuestión de la escasez monetaria, pero Werner era un hombre que no sólo no se dejaba vencer, sino que también tenía un don especial para el convencimiento. Mientras tanto, cualquier lugar venía bien para tomar las decisiones necesarias. Incluso, la sala de espera de la estación Barracas Iglesias, hasta que el jefe de la misma, Niceto Barrios, se cansó del bullicio, de las conversaciones acaloradas y los tonos elevados, y los echó. Además, y esto pesó en la decisión de Barrios, algunos usuarios, aprovechando la volada, se colaban, situación que no estaba dispuesto a tolerar. El refugio, entonces, fue un cuarto del fondo de la tienda de Molinelli (quedaba en Mitre al 500), un conspicuo seguidor de Racing que cerraba el local cada vez que había reunión de la comisión directiva. Pero, finalmente, el perseverante Werner logró su cometido y consiguió, a los pocos meses, un antiguo almacén de la calle Montes de Oca 20, que tenía un recinto de seis metros cuadrados y una salita de tres por tres. Empezaba a cobrar vida el sueño de ser grande.
La era amateur
Como todo club que en torno al fútbol, las primeras actividades de la institución estuvieron estrechamente ligadas a ese deporte. De hecho, Racing nació por las inquietudes de varios muchachos que lo que querían era unirse formalmente para jugar a la pelota bajo una misma denominación oficial. Fue así como a poco de haberse fundado el club, el 25 de marzo de 1903, comenzaron los partidos amistosos. Era el principio de lo que sería, años más tarde, el supercampeón de la era amateur, un conjunto inolvidable, récord del fútbol argentino.
Del primer cotejo no hay muchas noticias. Por las informaciones de la época, se podría decir que se realizó en una cancha que estaba donde hoy se encuentra la Sociedad Rural y que los comentarios dicen que Racing se impuso por 2 a 1 a Royal. Del primer cotejo del que hay fehaciente testimonio es de uno para nada agradable. Según El Diario, el 31 de mayo de 1903, el equipo de Avellaneda cayó rotundamente ante Plata United por 16 a 0.
Los primeros años de vida de Racing no fueron nada fáciles. A los sueños de grandeza había que darles forma con hechos. Hacía falta tiempo, paciencia y mucho ingenio. Durante los primeros tiempos, tal cual se había conversado en las primeras reuniones, la novel entidad se mantuvo gracias al aporte de los socios mediante el pago de la cuota mensual.
Racing utilizaba una casaca enteramente blanca, que cambió el 25 de julio de 1904, luego de una reunión de la comisión directiva en la que se resolvió que fuera amarilla y negra a bastones, como la de Peñarol, moción que triunfó por sobre las combinaciones de verde y blanco, y de azul y blanco.
Esa casaca, sin embargo, duró apenas una semana y fue reemplazada por un diseño propuesto por el entonces presidente, Luis Carbone: en el frente tenía cuatro cuadros, dos celeste y dos rosa; la parte dorsal era completamente celeste. La primera década del nuevo siglo se iría con ese modelo, evocado muchos años más tarde, en la camiseta con la que Racing volvió a consagrarse campeón después de 35 años, en el Apertura 2001. Ese modelo tenía una fina línea rosa, en homenaje a esos colores iniciales. Además, en 2005 tuvo esa camiseta como tercera alternativa, a modo de homenaje, y la utilizó un vez, en su encuentro ante Instituto.
Lo mejor empezó en 1905, cuando Racing Club se afilió a la Argentine Football Association y comenzó a participar del torneo de ascenso. Durante los años del amateurismo era normal que los mismos futbolistas fueran a la vez los dirigentes. Así que se comenzó con un proceso de adaptación lógico, que llevó su tiempo.
Para entonces, Arturo Artola le había dejado la conducción de la flamante institución a Pedro Werner, que fue presidente entre 1904 y 1908. Carbone se hizo cargo de la presidencia en 1909 y Werner regresó al cargo un año después, en un año fundamental para el progreso de Racing, ya que se logró el ansiado ascenso.
Poco a poco, el club que todavía no era la Academia seguía creciendo, con el esfuerzo de cada uno de los socios. Todavía, sin embargo, Racing no tenía gran fuerza en la Asociación. Como club puramente criollo, apoyó la intención de otros clubes de que las sesiones fueran en castellano, pero fue una propuesta que, inicialmente, no prosperó ante el poderío vigente de los ingleses. Aunque fue cuestión de esperar apenas un año más, ya que el fútbol se “argentinizaba” a cada paso. Así fue como en 1906, el ente rector del fútbol pasó a llamarse Asociación, aunque en los libros pasó a llamarse oficialmente Asociación Argentina de Football sólo en 1912. Los criollos empezaron a dominar el fútbol, algo que, años más tarde, profundizaría Racing con una marca deportiva indeleble.
Del almacén de Mitre y Mariano Acosta, Racing pasó a efectuar sus sesiones en un nuevo lugar, situado a pocos metros, en Belgrano y Mariano Acosta. La flamante adquisición racinguista, sin embargo, no tenía ni siquiera la cantidad de sillas necesarias, por lo que los integrantes de la comisión directiva se turnaban en el uso de las mismas.
Mientras duraron los años del ascenso, Racing institución aprovechó para consolidarse. El crecimiento, gradual y constante, se dio con pies puestos sobre la tierra, con ambiciones medidas, justas, realistas. Claro que, en tanto y en cuanto la solidez lo permitiera, los objetivos se volvían más amplios y generosos.
Por suerte, Racing contaba con buenos valores y ya en 1908 se llegó a la primera final por un lugar en la máxima categoría. El encuentro frente a River Plate se desarrolló en la cancha de Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires, que favorecía netamente la afluencia de público de River, que rápidamente se instaló en el estadio, lo que impidió el acceso de los fanáticos que habían ido desde Avellaneda. Racing perdió 2 a 1, los jugadores fueron duramente hostigados durante todo el encuentro y el público invadió en reiteradas ocasiones el campo de juego. Por eso, Racing presentó una queja formal, que tuvo éxito e hizo que la final se repitiera. Claro que, con varios lesionados, la cuestión fue peor y el equipo perdió por 7 a 1.
El Racing que se desempeñaba dentro de las canchas tenía la jerarquía necesaria como para luchar por el ansiado ascenso a la máxima categoría. Pero también, muchos de los jugadores, que a la vez eran dirigentes, eran respetados. En el aspecto interno, las buenas manos de estos hombres se veían reflejadas en la paulatina evolución. Al 1º de enero de 1909, el club tenía 251 socios, el equipo había vuelto a jugar en los terrenos de “La Feria”, el mercado de Colón y Alsina, y se contaba con el fundamental apoyo económico de una importante familia de la zona, los Barceló. Además, para esa temporada que se iniciaba se inscribieron dos equipos, uno “A” y otro “B”, para la Copa Campeonato y para la Copa Competencia.
En 1909 se volvió a alcanzar las instancias finales, pero fue Gimnasia el que se quedó con el halago. Para entonces, el club inscribía dos equipos en los torneos, uno “A” y uno “B”. Obviamente, fue el “A” el que quedó cerca del ascenso.
Pero no faltaba mucho, porque en 1910, en el año del centenario de la Revolución de Mayo, Racing consiguió su lugar en la categoría máxima del fútbol. En este caso, la final fue frente a Boca Juniors, también en la cancha de Gimnasia y Esgrima, con el arbitraje de Héctor Alfano. Unas 4000 personas colmaron las tribunas. Alberto Ohaco, a los 13 minutos del segundo tiempo, llenó su garganta de gol y permitió el desahogo de la parcialidad racinguista. Antes habían anotado Pastor, para Boca, y Frers, para Racing. Ese día, el equipo formó así: Fernández; Seminario, Allan; Winne, Juan Ohaco, Angel Betular; Oyarzábal, Alberto Ohaco, Firpo, Frers y Perinetti.
El año siguiente fue muy importante para Racing. El envión resultante del ascenso fue acompañado, por ejemplo, por nuevas obras en el estadio de Alsina y Colón. En realidad, esto era una característica del Racing de esos años. En 1910 volvió a la presidencia Pedro Werner y la comisión directiva aprobó la reafiliación de Alfredo Lamour, el guardavalla que había sido expulsado de la institución por “mala conducta deportiva”. Y se tomó una decisión que marcaría el destino glorioso de la entidad: se eligieron, desde ese año y para siempre, los colores celeste y blanco para la camiseta, todo un buen augurio que se cristalizaría meses después con la llegada a la máxima categoría del fútbol argentino. Lo que hubo que lamentar ese año fue el robo de copas y premios por el equivalente a 250 pesos aproximadamente.
La popularidad de Racing aumentó con el título de la segunda división y nuevos seguidores empezaron a contarse en los suburbios capitalinos. La dirigencia empezó a buscar nuevos horizontes para afrontar con grandeza el desafío de participar en la primera A. Por eso se les ofreció venir a la Argentina a dos uruguayos de probada jerarquía, como Carlos Scarone y Pedro Somma, quienes, entusiasmados por el fervor que suscitaba el cuadro blanquiceleste, se sumaron al plantel.
El 7 de mayo de 1911, Racing empezó su camino en la primera división, con el empate 1 a 1 frente San Isidro. El gol, el primero en la máxima categoría, lo marcó el uruguayo, Carlos Scarone. El primer éxito se demoró un mes y fue 18 de junio de 1911, frente a Quilmes, por 2 a 1. Esa temporada inicial en el fútbol mayor de nuestro país, Racing se dio un gusto enorme: ganarle por 3 a 1 al histórico Alumni de los hermanos Brown, el primer gran equipo de la Argentina, que ese año se consagraría por décima y última vez campeón y le dejaría la posta justamente a Racing.
Ese año se dividió el fútbol y se creó la Federación Argentina en forma paralela a la Asociación, pero Racing, Boca, River y Ferro, entre otros, se quedaron en la entidad original.
Con el club en pleno crecimiento deportivo, con cada vez más público que lo seguía, 1912 fue el año del primer choque a nivel internacional. Una multitud llenó el vapor Eolo para cruzar el Río de la Plata y enfrentarse con River de Montevideo. Racing cayó por 2 a 1 ante los vecinos y tradicionales rivales. Los éxitos fuera de las fronteras ya vendrían.
La política de gestión se mantuvo inalterable: a la par de los logros deportivos, que llegaron con premura, los encargados de la conducción del club pusieron manos a la obra para efectuar mejoras en el estadio, con el fin de que estuviera más acorde con la calidad del equipo. Las obras estuvieron terminadas antes de que se fuera 1912, tal cual consta en un acta firmada por el entonces presidente, Arturo Giro. Justo a tiempo para disfrutar de la histórica seguidilla de títulos entre 1913 (en este año la entidad ya contaba con 928 socios) y 1919.
En 1913 empezaría un ciclo brillante de Racing en el fútbol argentino, que le daría nacimiento a La Academia. El conjunto de Avellaneda se convertiría en el primer gran equipo puramente criollo, inventor de “la nuestra”, un juego depurado, técnico y con más brillo que el que proponía el gran Alumni. Un estilo distinto.
A partir de ese año, Racing hilvanaría nada menos que siete campeonatos consecutivos, varios de ellos con una muestra de acabada superioridad.
Era la época de hombres como Betular, el goleador Marcovecchio, Pedro Ochoa, Reyes, Olazar, Alberto Ohaco, Juan Perinetti, Viazzi y Juan Hospital, entre otros. ¿Cómo se consagró Racing? Ganó 17 partidos, empató uno y perdió dos, superó en la final a San Isidro por 2 a 0 y se alzó con el título con una gran marca de 56 goles a favor y 6 en contra.
Un año después, el equipo logró dos cosas importantes: por un lado, se consagró bicampeón en forma invicta (ganó 12 encuentros y empató1), logro que se repetiría en 1915, pero con 22 ganados, dos empates y ninguno perdido; por el otro, consiguió la primera victoria internacional frente a Torino, de Italia, que estuvo de gira por la Argentina.
En 1916 ganó el cuarto campeonato, sacándole cuatro puntos de diferencia al segundo, Platense. El quinto título se logró en 1917, año en el que ya se habían sumado valores jóvenes que le daría más brillo al cuidado estilo de Racing, como Enrique Macchiavelo, el arquero Marcos Crocce, Ricardo Pepe, Albérico Zabaleta y Natalio Perinetti, extraordinario futbolista, hermano de Juan. Racing ya era la Academia.
Los dos últimos campeonatos de la serie consecutiva fueron un “paseo” para Racing. Consiguió ambos en forma invicta , pero en el que cerró la cuenta, el de 1919, ganó todos los partidos programados por la Asociación Amateur, a la que se afilió Racing, ya que en el fútbol se había producido una nueva escisión.
Más allá de los torneos argentinos, Racing no paró de cosechar copas. Logró la de Honor en 1913 ante Nacional, de Montevideo; en 1913, 1914, 1916, 1917 y 1918 se alzó con la Ibarguren, y la Aldao la consiguió en 1917 y 1918. Estas conquistas también fueron determinantes en el dominio casi a gusto de Racing en el fútbol argentino de esos años.
Durante este fabuloso período, además, en 1915, el club escrituró los terrenos donde hoy se encuentra la sede de la avenida Mitre, mientras que el 4 de junio Racing recibió la personería jurídica, anhelada durante muchos años por quienes le habían dado forma al sueño de la Academia.
Para reflejar un poco la caballerosidad reinante en esa época y el don de gentes de los dirigentes de Racing de entonces, vale rescatar algo que formó parte de la memoria y balance del ejercicio correspondiente al año 1916: “El bárbaro atentado de que el pupulacho inculto hizo víctima al Club de Gimnasia y Esgrima, incendiando sus amplias instalaciones de Palermo, motivó nuestra enérgica protesta, elevada al club amigo, al que ofrecimos de inmediato field e instalaciones. También renunciamos a su favor el importe que nos correspondía por el porcentaje del último match del campeonato sudamericano jugado en nuestro field debido a aquella incidencia, cuya suma es de $ 735,99 moneda nacional”.
En los albores de la década del 20, Racing ya era mucho más que fútbol, aunque el deporte de la número cinco seguía suscitando el mayor interés. En la entidad se podía practicar básquetbol, natación, atletismo y pelota a paleta. En algunas de estas disciplinas, cuentan, se destacaban varios de los integrantes del plantel. Además, el capital del club se había triplicado de acuerdo con la memoria y balance de 1924: de 51.730,24 pesos se había llegado a los 162.523,36, todo un reflejo de las buenas administraciones de la época.
Más allá de que en 1920 se quebró la serie de títulos seguidos, todavía quedaban un par de alegrías más. La primera se dio rápidamente, en 1921. En ese equipo estaba un gran amigo de Carlos Gardel, reconocido hincha académico, Pedro Ochoa, evocado por el Zorzal en el tango “Patadura”, como “Ochoíta, el crack de la afición”.
Con Ochoa y Perinetti como estandartes, y los goles de Luis Batz, Racing se quedó con el campeonato de 1925. Con este título, el noveno oficial a nivel local, se cerró una época dorada de la Academia, una de las más brillantes de su historia. Se iba, también, el amateurismo, con jugadores como el guardavalla José Bottaso (La Cortina Metálica), Antonio de Mare, José Della Torre y Fernando Paternoster. El profesionalista abriría una nueva era en el fútbol argentino.